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Don Venturas y Esventuras esperando el Nueve bajo el sol. Imagen del año 1615. |
En un barrio de
Florencia de cuyo nombre no quiero acordarme, però que quizàs se
llama Isoloto, vivìa un hombre que habìa sido, un tiempo, un gran
caballero. Su nombre era don Ricardo de Venturas y Esventuras, y
después de haber guidado docenas y docenas de automòviles,
ambulancias, camiones, bicicletas y persìn un tren, en su decadente
maturidad que menaba a la vequiaja se habìa retrobado sin
autovehìculos y, por eso, estaba obligado de servirse de los
servicios de autobuses urbanos de la ciudad, y en particular de la
lìnea que se desarrollaba en su barrio olvidado por Dios y por los
hombres: la lìnea 9, dicha familiarmente El Nueve. La
presente historia se esvolge en el terrible verano del '15 (1615,
naturalmiente), en que la temperatura alcanzaba cada dìa puntas de
cuarenta grados a la sombra, y no habìa sombra especialmiente a las
fermadas de la parte màs profunda y lejana del barrio donde nuestro
caballero habitaba: el Argin Grueso. Tràtase, estimadas
lectrices y honrados lectores, de una especie de romance pìcaro que
ocurrìa praticamiente cada dìa que Dios meteba en tierra, y que
dejaba a don Venturas y Esventuras, como él mismo solìa decir,
motorizado a piè -y también alcuanto encazado aunque con la
paciencia y la resignaciòn que le promanaban de su edad avanciada.
Però bando a las chanchas y vamos ver como se pasaba, en el barrio
del Isoloto, la vida de los desgraciados utente del servicio de
autobuses y de transportes florentinos en aquel tiempo muy remoto y
oserey decir remotìsimo.
El
Nueve y la ATAF. Introducciòn històrica.
El Nueve, es decir la lìnea 9 del bus urbano florentino, tenìa un
pasado muy glorioso desde quando el barrio del Isoloto habìa sido
construido por impulso de un mìtico alcalde cuyas vicisitudes se
pierden en la leyenda: don Jorge la Pira, santo hombre a quien
algunos lo llamabam “El comunista de Dios”. Con grandes autobuses
biplanos de color vierde olivo, el Nueve colegaba el Isoloto con la
Estaciòn ferroviaria de Florencia, y con frecuencias muy elevadas
desde las primeras luces de la mañana hacia la medianoche pasada.
Era una instituciòn en aquel barrio popular, que los otros
florentinos consideraban como una especie de Bronx y que habrìa
visto en el Sesenta y Ocho (1568, obviamiente) luchas considerables
también por parte de un pàroco de la iglesia local, don Mazos y
Mazos, hombre muy ilustrado a quien los fascistas interrumpieron la
misa de la Navidad y que estaba ostejado por las hierarquìas de la
curia florentina. El Nueve acompañò a las viciendas del Isoloto
hacia el año '10 (1610, va por sì), cuando inauguròse -después
unos siglos de construcciòn- la famosa tranvìa, un tren
urbano que colegaba la Estaciòn ferroviaria de Santa Marìa Novela
al suburbio de Escandichos. La tranvìa relegò al pobre Nueve a la
muy baja calidad de bus de barrio, servicio interno en funciòn
de la tranvìa que partìa de la plaza Batones (una de las plazas màs
feas y encasinadas de la ciudad) y terminaba en la calle de Lucca en
correspondencia de otra fermada de la tranvìa, la Federiga (la mano
amiga).
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El Nueve en la plaza Batones, en la noche obscura de tiempos remotos. |
Todo esto se pasaba en un momento muy particular de la historia de
los transportes florentinos: la fìn del verdadero servicio pùblico.
Era una época donde todo se privatizaba en el sector de los
transportes: autobuses urbanos y extraurbanos, trenes, estaciones,
autistas, tranvìas, metropolitanas. Especialmiente ciertos ex
compagneros, recién convertidos a la filosofìa de mercado y al
liberismo màs esfrenado, habìan decidido que los transportes
urbanos no debìan servir al transporte de la gente, sino a hacer
dinero y ganar provechos. Fue asì, por ejemplo, que otro famoso
alcalde de Florencia, don Mateo Rienzos (dicho “El cázaro de
Riñano” - y asì lo llamaremos en la continuaciòn de nuestra
historia), decidiò que la ATAF debìa ser privatizada y vendida al
mejor oferente. Presentando la cosa, al sòlitos, como “amejoraciòn
y optimizaciòn del servicio por el bien del pueblo”, y otras
estronzadas del género a las cuales dicho pueblo creìa sin
oponerse, El cázaro de Riñano (no obstante una lucha muy blanda por
parte del personal de la ATAF) logrò finalmiente privatizar la ATAF,
que se volviò en la Acienda Trufaldina de Autotransportes
Florentinos. Una enculada clamorosa pasada bajo la sonrisa de los
pecorones, es decir el 96% de la poblaciòn de Florencia; però que
dichos pecorones se acorgieron muy temprano del trafuero del Fréjus
que El cázaro de Riñano les habìa escavado en el didietros, y
muguñaban como siempre muguñan las favas, sin hacer nada de nada a
parte borbotar o esbraitar putanadas en la calle (y sobre el bus),
opures declarar de votar para doña Melòn o para don Salviños de la
Panza.
¿Qué se pasò con la
privatizaciòn de la ATAF? Tallos de personal y de lìneas. Horarios
indecientes. Amenazas a los dependientes en esciòpero. Disservicios
en continuaciòn. Aumientos de los billetes. Controles salvajes y
agresivos y autistas que guidan como rinocerontes en calor, y
constantemente ocupados en conversaciones con sus Esmartòfonos de
mierda y con cufietas en las orejas (un tiempo estaba escrito en los
autobuses: “No hablar al conduciente”). El pobre Nueve del
Isoloto, una vez el orgullo del barrio, tuvo que padecer
particularmiente de esta “optimizaciòn” en el nombre del
provecho, y en una época en la cual el barrio se habìa volvido en
un dormitòrio lleno de ancianos bavosos (¡y
que Dios se los tome una buena vez!) y que, la tarde y la noche,
estaba màs muerto de un cimiterio en el més de noviembre.
Narra
don Venturas y Esventuras. Un dìa estàndar sobre el Nueve, con
particular atenciòn a los domingos de verano.
Narra en su diario telemàtico (o
blogue) don Venturas y Esventuras, gran caballero en la condiciòn de
peòn y utiente cotidiano del Nueve, que en el muy caliente verano
del '15 la situaciòn estaba la siguiente:
“Queridìsima lectriz, muy
ilustre lector, si la mala suerte y un destino cìnico y baro te
llevare un dìa al capolìnea del Nueve en la plaza Batones, al
limitar del barrio del Isoloto, tienes que saber algunas cosas y,
sobretodo, espetarte lo que sigue abajo.
En este domingo de verano del año
del Señor 1615, cuatro personas, circa a las diez de la mañana,
atendìan el Nueve a la fermada Argin Grueso 04. El Argin Grueso es
la parte màs desierta del barrio, una sequela de casermones, cuya
poblaciòn tiene la idad media de setenta y cinco años. Bajo el sol
implacable atendìamos el Nueve qua no pasaba, però que eso es muy
normal: en los domingos de verano, la optimizaciòn privatizada ha
decidido que hayan solo tres corsas a la hora, y por lo resto, y
literalmente, atàcate al tram. La corsa atendida, però, no pasaba y
no pasaba. El tabelòn electrònico de la fermada, a un cierto punto,
ha comienzado a decirnos que aùn faltaban 29 minutos.
Todos hemos pensado a la célebre
Constante del Argin Grueso. Tràtase de una complicadìsima
formula fìsico-matemàtica, un càlculo que habrìa metido en gran
dificultad también a los muy cienciados y ilustres matemàticos
moros, por la cual el Nueve pasa siempre en antìcipo o en retardo
sobre la tabela horaria que la ATAF ataca a las fermadas de la
longuìsima calle del Argin Grueso – tabela que, como Vuestras
Mercedes pueden imaginar, es poco menos que carta estracha. Calcular
cuando debes ir a la fermada para tomar el Nueve (también basàndote
sobre las tabelas horarias publicadas en el sitio Internético de la
ATAF) pertenece a lo fantàstico y al imaginario; si, por ejemplo, la
tabela dice que el Nueve va pasar a las 10,04, puedes estar cierto
que o està ya pasado cinco minutos antes porque los autistas no
paran a las fermadas desiertas de aquel osmanoro, o que va pasar diez
minutos después porque el autista està tomando un cafè o està
hablando al capolìnea con su morosa, su mamà, su amigo o con la
mujer de su amigo que jela dà de escondido. El càlculo de la
Constante del Argin Grueso es aleatorio y pertenece al càlculo de
las probabilidades, una disciplina que los isolotinos y
especialmiente los habitantes del Argin Grueso no estàn muy capables
de entender; y asì, madre de Dios, bisoña andar completamiente a
casacho. Minutos antes o minutos después, es lo mismo. Pero, esta
mañana de domingo, el nueve no pasaba y la media hora ha sido una
media hora verdadera. Se habìa pasado, como hemos aprendido después,
que un nuevísimo y estrombazadísimo autobus que hacìa servicio por
el Nueve se habìa roto, guastado, capute como dicen los
Alemanes. Y el tabelòn electrònico de la fermada, ¿que
hacìa? Nada. Decìanos sus veinte y nueve minutos del cazo y
publicizaba nùmeros verdes, app, sitios y otras maravillas de
este mundo moderno, que no sirven a una siega cuando estàs bajo el
sol de julio, puerca zòcola. Bastaba decirnos: el bus se ha guastado
y arranjàtevos. Nada. Y hay que tenir cuenta que no todas las
fermadas tienen el tabelòn: los otros que esperaban al Nueve a las
otras fermadas sin tabelòn, no sabìan nada de nada. Ni tampoco los
29 minutos.
Piensas que es todo? Ma manco por
esta minquia. Los saltos de cuersas son la normalidad sobre el Nueve:
buses que no pasas jamàs, supresiones incògnitas, bestemias en
continuaciòn bajo el calor del verano y el frìo del invierno.
Autistas que no tienen jamàs medias misuras: o van como lumacas y te
hacen perder la concidencia con la tranvìa a plaza Batones, o guidan
que parecen al autòdromo de Monzas y frenan a los semàforos rojos o
a las fermadas hacièndote espatacar por la tierra a menos que no
seas ecuilibrista. Otra constante, y la he experimentada yo mismo
parequias veces, es cuando estàs a la fermada de tu Argin Grueso y
ves al Nueve que arriba: te esbrachas, te haces ver claramente,
llamas, cantas, haces capriolas, y nada. El autista te ignora
alegramente y pasa por antes a velocidad de Eschumàquer. Y aloras
ves como es necesario, por ejemplo, siempre portarte un libro o la
Semana Enigmìstica si tienes que tomar el Nueve: podrìas esperarlo
el tiempo necesario para leerte un buen capìtulo del Quijote del
gran caballero de Cervantes. Esta es la situaciòn con el Nueve,
queridísima lectriz, muy Señor mìo lector; y estos son los lindos
resultados de la privatizaciòn. Las lìneas de los barrios populares
estàn en la mierda total y sesquipedal, y el pueblo ignorante y
chuco tiene que arranjarse porqué, tanto, la cuelpa està siempre y
comunques de los gitanos, de los negros y de los àrabes y que hay
que votar para don Salviños (como he oìdo muchas veces proprio
sobre el Nueve, junto con làstimas y dolencias agras para El cázaro
de Riñano, el mismo que todos habìan votado porque es el àngel del
bello, pedonaliza dos plazas del cientro y construye los fontanellos
de agua de calidad al amianto). Y aùn no he hablado de la trufa de
las trufas, a la que hay que dedicar un capituleto entiero. Oye
ahora.”
Narra
don Venturas y Esventuras. La trufa del Nochetiempo.
Narra
ancoras don Venturas y Esventuras: “Debes saber, delicadìsima
lectriz, muy destacado lector, que, con la privatizaciòn de la ATAF
y la restructuraciòn y optimizaciòn de las lìneas, los habitantes
que no tienen el coche por necesidad, por escelta o por acidente,
estàn condenados a horarios de segunda media si quieren sortir la
tarde. Tomemos el Nueve, por ejemplo: una de las primeras medidas de
la ATAF, no contenta de todo el resto, ha sido hacer terminar las
corsas del Nueve a las horas 22,05. Antes, el Nueve corrìa hacia la
medianoche; ahora, si pierdes la ùltima corsa de las 22,05, tienes
que hacer dos cosas: o quedas a tu casa y guardas la televisiòn, muy
instructiva y democràtica, opures tienes que marchar. Batones-Argin
Grueso hacen dos quilòmetros y medio, y tienes que hacértelos a
zampas, o fettones como prefieres. Bajo todo tiempo: llueva, caya la
nieve, florezca la primavera, tire el viento del otoño o haga un
calor de la madona en el verano. Y lo mismo vale para todas las otras
lìneas: la ATAF privatizada no solo ha suprimido las ùltimas corsas
de la mayorìa de las lìneas, sino también las tres lineas
nocturnas que tocaban varios puntos de la ciudad. Ramos secos.
Pèrdida. Falta de provecho. Pacto de estabilidad. Tallos y
restructuraciones. Però, ècote el colpo de genio: el Nochetiempo.
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El Nochetiempo. La mujer que monta era la fidanciada de autista, cansada de que su novio sempre andase con la Federiga en la noche. |
El
Nochetiempo es el “servicio” que deberìa substituir las ùltimas
corsas nocturnas de muchìsimas lìneas y las antiguas lìneas
nocturnas: un “servicio a llamada”, con billete a 4
doblones
en lugar de los 1,20 del servicio normal, en base al cual ocorre
llamar, come dicen los avisos, un nùmero telefònico (055.5650555)
con media hora de preaviso, registrarte, prenotar y recarte a ciertas
fermadas (Batones por ejemplo) dove un autista solitario y muy
asombrado te puertarìa a la fermada màs vecina a tu casa, hacia las
dos y media de la noche obscura y peligrosa. Quédate a casa y
rincojònate con la televisiòn en tu caliente familia! Y si no
quieras, bien, pruébate
a llamarlo,
el Nochetiempo cuando suertas de la tranvìa a medianoche y media,
aùn dispuesto a esperar media hora. No
te responde ningùn.
Jamàs. Tu teléfono hace rumores muy estraños, bipes-bipes, clic
clic, zin-zin, y se cierra. Opures suena a vueto, tùùùù, tùùùù,
tùùùù, dos o tres minutos, y se interrumpe. Otras veces el
teléfono te dice con una cariñosa voz de jovencita que “El nùmero
llamado està inexistente”; y aloras, antes de marchar, te
interrogas un poquito o magares tomas un taxi, que es muy caro ma que
te puerta de Batones al Argin Grueso en tres minutos por 7 doblones,
que no es en fundo mucho màs que cuatro.
Dos veces, però, me ha ocurrido
una cosa. He encontrado el Nochetiempo parado a Batones, con el
autista que dormìa en el bus vacìo y en la obscuridad. Lo he
despertado, y el pobre autista, muy feliz de que qualquién lo cagara
un poquito, me ha portado a casa sin hacerme pagar nada y bastante
volloso de hacer dos quiàquieras conmigo. Un pequeño acto de
sabotaje, o de solidaridad, llàmenlo como quieren; cosas del tiempo
de la privatizaciòn salvaje liberista y de la época del Cázaro de
Riñano. Y le he preguntado al autista como funciona verdaderamente
con el Nochetiempo, visto que tenìa una gran curiosidad. Eso me ha
respondido:
'Señor,
usted tiene que saber que el Nochetiempo, en realidad, no existe. Las
llamadas son tomadas solo por un operador, uno,
que hace lo que quiere y trabaja 45
minutos
circa a las 6 o 6,30 de la tarde, y pues cierra todo y bip-bip.
Ocorre registrarse para toda la semana, y el operador muy espeso
registra y prenota a
los que él quiere,
amigos, conoscentes etcétera. Es inùtil llamar al Nochetiempo
después de las siete de la tarde, porquè no hay ningùn que
responde; y asì nosotros hacemos tres corsas, viajamos vacìos,
tomamos el cafè a la ERG de la Avenida de Etruria que està abierta
toda la noche, hacemos una peniquella y a las dos y media ce ne
tornamos a casiña nuestra. Y la acienda resparmia haciendo creer que
existe un servicio nocturno a llamada al cual no se puede llamar si
no se conosce el intrigo.'
Esgranando
un poco los ojos, que tanto no se veìa porque estava muy buyo, he
tirado fuera el portafuellos para pagar el billete, que el autista ha
refiutado con un guiño satànico que ce estaba muy bien pues que la
plaza de Batones està al lado de la calle del Palacio de los
Diablos. ¿Y
còmo definirìan todo eso? En el mejor de los casos una enculada
clamorosa que poquìsimos conocen; el el peor, una trufa legalizada a
los daños de pùblicos utientes, a los cuales se propone un servicio
imaginario o reservados a pocos amigos de los amigos. El
pacto de enculaciòn.”
Asì
se termina el diario de nuestro caballero don Venturas y Esventuras.
Lo vemos ahora en el calor del verano con su trista figura y zu zàino
dicho “Sancho”, o en la obscuridad de la noche mientras marcha
direcciòn al Argin Grueso. O lastimar junto con otros y otras,
gritando “Ma quand'arrìa el Nueve, diahaneee...?!?!?”, y fumar
cigarros porque cree en la antigua leyenda de que quando te enciendes
un cigarro, siempre arriba el bus. Antiguas historias de la época de
la privatizaciòn salvaje; però estamos seguros que, pasados cuatro
siglos, todo se arreglarà y que nos espera un futuro muy luminoso.