domenica 26 luglio 2015

Las aventuras de don Venturas y Esventuras sobre el Nueve. Romance pìcaro y crònicas del año 1615.

Don Venturas y Esventuras esperando el Nueve bajo el sol. Imagen del año 1615.
En un barrio de Florencia de cuyo nombre no quiero acordarme, però que quizàs se llama Isoloto, vivìa un hombre que habìa sido, un tiempo, un gran caballero. Su nombre era don Ricardo de Venturas y Esventuras, y después de haber guidado docenas y docenas de automòviles, ambulancias, camiones, bicicletas y persìn un tren, en su decadente maturidad que menaba a la vequiaja se habìa retrobado sin autovehìculos y, por eso, estaba obligado de servirse de los servicios de autobuses urbanos de la ciudad, y en particular de la lìnea que se desarrollaba en su barrio olvidado por Dios y por los hombres: la lìnea 9, dicha familiarmente El Nueve. La presente historia se esvolge en el terrible verano del '15 (1615, naturalmiente), en que la temperatura alcanzaba cada dìa puntas de cuarenta grados a la sombra, y no habìa sombra especialmiente a las fermadas de la parte màs profunda y lejana del barrio donde nuestro caballero habitaba: el Argin Grueso. Tràtase, estimadas lectrices y honrados lectores, de una especie de romance pìcaro que ocurrìa praticamiente cada dìa que Dios meteba en tierra, y que dejaba a don Venturas y Esventuras, como él mismo solìa decir, motorizado a piè -y también alcuanto encazado aunque con la paciencia y la resignaciòn que le promanaban de su edad avanciada. Però bando a las chanchas y vamos ver como se pasaba, en el barrio del Isoloto, la vida de los desgraciados utente del servicio de autobuses y de transportes florentinos en aquel tiempo muy remoto y oserey decir remotìsimo.

  1. El Nueve y la ATAF. Introducciòn històrica.

El Nueve, es decir la lìnea 9 del bus urbano florentino, tenìa un pasado muy glorioso desde quando el barrio del Isoloto habìa sido construido por impulso de un mìtico alcalde cuyas vicisitudes se pierden en la leyenda: don Jorge la Pira, santo hombre a quien algunos lo llamabam “El comunista de Dios”. Con grandes autobuses biplanos de color vierde olivo, el Nueve colegaba el Isoloto con la Estaciòn ferroviaria de Florencia, y con frecuencias muy elevadas desde las primeras luces de la mañana hacia la medianoche pasada. Era una instituciòn en aquel barrio popular, que los otros florentinos consideraban como una especie de Bronx y que habrìa visto en el Sesenta y Ocho (1568, obviamiente) luchas considerables también por parte de un pàroco de la iglesia local, don Mazos y Mazos, hombre muy ilustrado a quien los fascistas interrumpieron la misa de la Navidad y que estaba ostejado por las hierarquìas de la curia florentina. El Nueve acompañò a las viciendas del Isoloto hacia el año '10 (1610, va por sì), cuando inauguròse -después unos siglos de construcciòn- la famosa tranvìa, un tren urbano que colegaba la Estaciòn ferroviaria de Santa Marìa Novela al suburbio de Escandichos. La tranvìa relegò al pobre Nueve a la muy baja calidad de bus de barrio, servicio interno en funciòn de la tranvìa que partìa de la plaza Batones (una de las plazas màs feas y encasinadas de la ciudad) y terminaba en la calle de Lucca en correspondencia de otra fermada de la tranvìa, la Federiga (la mano amiga).


El Nueve en la plaza Batones, en la noche obscura de tiempos remotos.

Todo esto se pasaba en un momento muy particular de la historia de los transportes florentinos: la fìn del verdadero servicio pùblico. Era una época donde todo se privatizaba en el sector de los transportes: autobuses urbanos y extraurbanos, trenes, estaciones, autistas, tranvìas, metropolitanas. Especialmiente ciertos ex compagneros, recién convertidos a la filosofìa de mercado y al liberismo màs esfrenado, habìan decidido que los transportes urbanos no debìan servir al transporte de la gente, sino a hacer dinero y ganar provechos. Fue asì, por ejemplo, que otro famoso alcalde de Florencia, don Mateo Rienzos (dicho “El cázaro de Riñano” - y asì lo llamaremos en la continuaciòn de nuestra historia), decidiò que la ATAF debìa ser privatizada y vendida al mejor oferente. Presentando la cosa, al sòlitos, como “amejoraciòn y optimizaciòn del servicio por el bien del pueblo”, y otras estronzadas del género a las cuales dicho pueblo creìa sin oponerse, El cázaro de Riñano (no obstante una lucha muy blanda por parte del personal de la ATAF) logrò finalmiente privatizar la ATAF, que se volviò en la Acienda Trufaldina de Autotransportes Florentinos. Una enculada clamorosa pasada bajo la sonrisa de los pecorones, es decir el 96% de la poblaciòn de Florencia; però que dichos pecorones se acorgieron muy temprano del trafuero del Fréjus que El cázaro de Riñano les habìa escavado en el didietros, y muguñaban como siempre muguñan las favas, sin hacer nada de nada a parte borbotar o esbraitar putanadas en la calle (y sobre el bus), opures declarar de votar para doña Melòn o para don Salviños de la Panza.

¿Qué se pasò con la privatizaciòn de la ATAF? Tallos de personal y de lìneas. Horarios indecientes. Amenazas a los dependientes en esciòpero. Disservicios en continuaciòn. Aumientos de los billetes. Controles salvajes y agresivos y autistas que guidan como rinocerontes en calor, y constantemente ocupados en conversaciones con sus Esmartòfonos de mierda y con cufietas en las orejas (un tiempo estaba escrito en los autobuses: “No hablar al conduciente”). El pobre Nueve del Isoloto, una vez el orgullo del barrio, tuvo que padecer particularmiente de esta “optimizaciòn” en el nombre del provecho, y en una época en la cual el barrio se habìa volvido en un dormitòrio lleno de ancianos bavosos (¡y que Dios se los tome una buena vez!) y que, la tarde y la noche, estaba màs muerto de un cimiterio en el més de noviembre.

  1. Narra don Venturas y Esventuras. Un dìa estàndar sobre el Nueve, con particular atenciòn a los domingos de verano.

Narra en su diario telemàtico (o blogue) don Venturas y Esventuras, gran caballero en la condiciòn de peòn y utiente cotidiano del Nueve, que en el muy caliente verano del '15 la situaciòn estaba la siguiente:

“Queridìsima lectriz, muy ilustre lector, si la mala suerte y un destino cìnico y baro te llevare un dìa al capolìnea del Nueve en la plaza Batones, al limitar del barrio del Isoloto, tienes que saber algunas cosas y, sobretodo, espetarte lo que sigue abajo.

En este domingo de verano del año del Señor 1615, cuatro personas, circa a las diez de la mañana, atendìan el Nueve a la fermada Argin Grueso 04. El Argin Grueso es la parte màs desierta del barrio, una sequela de casermones, cuya poblaciòn tiene la idad media de setenta y cinco años. Bajo el sol implacable atendìamos el Nueve qua no pasaba, però que eso es muy normal: en los domingos de verano, la optimizaciòn privatizada ha decidido que hayan solo tres corsas a la hora, y por lo resto, y literalmente, atàcate al tram. La corsa atendida, però, no pasaba y no pasaba. El tabelòn electrònico de la fermada, a un cierto punto, ha comienzado a decirnos que aùn faltaban 29 minutos.

Todos hemos pensado a la célebre Constante del Argin Grueso. Tràtase de una complicadìsima formula fìsico-matemàtica, un càlculo que habrìa metido en gran dificultad también a los muy cienciados y ilustres matemàticos moros, por la cual el Nueve pasa siempre en antìcipo o en retardo sobre la tabela horaria que la ATAF ataca a las fermadas de la longuìsima calle del Argin Grueso – tabela que, como Vuestras Mercedes pueden imaginar, es poco menos que carta estracha. Calcular cuando debes ir a la fermada para tomar el Nueve (también basàndote sobre las tabelas horarias publicadas en el sitio Internético de la ATAF) pertenece a lo fantàstico y al imaginario; si, por ejemplo, la tabela dice que el Nueve va pasar a las 10,04, puedes estar cierto que o està ya pasado cinco minutos antes porque los autistas no paran a las fermadas desiertas de aquel osmanoro, o que va pasar diez minutos después porque el autista està tomando un cafè o està hablando al capolìnea con su morosa, su mamà, su amigo o con la mujer de su amigo que jela dà de escondido. El càlculo de la Constante del Argin Grueso es aleatorio y pertenece al càlculo de las probabilidades, una disciplina que los isolotinos y especialmiente los habitantes del Argin Grueso no estàn muy capables de entender; y asì, madre de Dios, bisoña andar completamiente a casacho. Minutos antes o minutos después, es lo mismo. Pero, esta mañana de domingo, el nueve no pasaba y la media hora ha sido una media hora verdadera. Se habìa pasado, como hemos aprendido después, que un nuevísimo y estrombazadísimo autobus que hacìa servicio por el Nueve se habìa roto, guastado, capute como dicen los Alemanes. Y el tabelòn electrònico de la fermada, ¿que hacìa? Nada. Decìanos sus veinte y nueve minutos del cazo y publicizaba nùmeros verdes, app, sitios y otras maravillas de este mundo moderno, que no sirven a una siega cuando estàs bajo el sol de julio, puerca zòcola. Bastaba decirnos: el bus se ha guastado y arranjàtevos. Nada. Y hay que tenir cuenta que no todas las fermadas tienen el tabelòn: los otros que esperaban al Nueve a las otras fermadas sin tabelòn, no sabìan nada de nada. Ni tampoco los 29 minutos.

Piensas que es todo? Ma manco por esta minquia. Los saltos de cuersas son la normalidad sobre el Nueve: buses que no pasas jamàs, supresiones incògnitas, bestemias en continuaciòn bajo el calor del verano y el frìo del invierno. Autistas que no tienen jamàs medias misuras: o van como lumacas y te hacen perder la concidencia con la tranvìa a plaza Batones, o guidan que parecen al autòdromo de Monzas y frenan a los semàforos rojos o a las fermadas hacièndote espatacar por la tierra a menos que no seas ecuilibrista. Otra constante, y la he experimentada yo mismo parequias veces, es cuando estàs a la fermada de tu Argin Grueso y ves al Nueve que arriba: te esbrachas, te haces ver claramente, llamas, cantas, haces capriolas, y nada. El autista te ignora alegramente y pasa por antes a velocidad de Eschumàquer. Y aloras ves como es necesario, por ejemplo, siempre portarte un libro o la Semana Enigmìstica si tienes que tomar el Nueve: podrìas esperarlo el tiempo necesario para leerte un buen capìtulo del Quijote del gran caballero de Cervantes. Esta es la situaciòn con el Nueve, queridísima lectriz, muy Señor mìo lector; y estos son los lindos resultados de la privatizaciòn. Las lìneas de los barrios populares estàn en la mierda total y sesquipedal, y el pueblo ignorante y chuco tiene que arranjarse porqué, tanto, la cuelpa està siempre y comunques de los gitanos, de los negros y de los àrabes y que hay que votar para don Salviños (como he oìdo muchas veces proprio sobre el Nueve, junto con làstimas y dolencias agras para El cázaro de Riñano, el mismo que todos habìan votado porque es el àngel del bello, pedonaliza dos plazas del cientro y construye los fontanellos de agua de calidad al amianto). Y aùn no he hablado de la trufa de las trufas, a la que hay que dedicar un capituleto entiero. Oye ahora.”

  1. Narra don Venturas y Esventuras. La trufa del Nochetiempo.

Narra ancoras don Venturas y Esventuras: “Debes saber, delicadìsima lectriz, muy destacado lector, que, con la privatizaciòn de la ATAF y la restructuraciòn y optimizaciòn de las lìneas, los habitantes que no tienen el coche por necesidad, por escelta o por acidente, estàn condenados a horarios de segunda media si quieren sortir la tarde. Tomemos el Nueve, por ejemplo: una de las primeras medidas de la ATAF, no contenta de todo el resto, ha sido hacer terminar las corsas del Nueve a las horas 22,05. Antes, el Nueve corrìa hacia la medianoche; ahora, si pierdes la ùltima corsa de las 22,05, tienes que hacer dos cosas: o quedas a tu casa y guardas la televisiòn, muy instructiva y democràtica, opures tienes que marchar. Batones-Argin Grueso hacen dos quilòmetros y medio, y tienes que hacértelos a zampas, o fettones como prefieres. Bajo todo tiempo: llueva, caya la nieve, florezca la primavera, tire el viento del otoño o haga un calor de la madona en el verano. Y lo mismo vale para todas las otras lìneas: la ATAF privatizada no solo ha suprimido las ùltimas corsas de la mayorìa de las lìneas, sino también las tres lineas nocturnas que tocaban varios puntos de la ciudad. Ramos secos. Pèrdida. Falta de provecho. Pacto de estabilidad. Tallos y restructuraciones. Però, ècote el colpo de genio: el Nochetiempo.

El Nochetiempo. La mujer que monta era la fidanciada de autista, cansada de que su novio sempre andase con la Federiga en la noche.

El Nochetiempo es el “servicio” que deberìa substituir las ùltimas corsas nocturnas de muchìsimas lìneas y las antiguas lìneas nocturnas: un “servicio a llamada”, con billete a 4 doblones en lugar de los 1,20 del servicio normal, en base al cual ocorre llamar, come dicen los avisos, un nùmero telefònico (055.5650555) con media hora de preaviso, registrarte, prenotar y recarte a ciertas fermadas (Batones por ejemplo) dove un autista solitario y muy asombrado te puertarìa a la fermada màs vecina a tu casa, hacia las dos y media de la noche obscura y peligrosa. Quédate a casa y rincojònate con la televisiòn en tu caliente familia! Y si no quieras, bien, pruébate a llamarlo, el Nochetiempo cuando suertas de la tranvìa a medianoche y media, aùn dispuesto a esperar media hora. No te responde ningùn. Jamàs. Tu teléfono hace rumores muy estraños, bipes-bipes, clic clic, zin-zin, y se cierra. Opures suena a vueto, tùùùù, tùùùù, tùùùù, dos o tres minutos, y se interrumpe. Otras veces el teléfono te dice con una cariñosa voz de jovencita que “El nùmero llamado està inexistente”; y aloras, antes de marchar, te interrogas un poquito o magares tomas un taxi, que es muy caro ma que te puerta de Batones al Argin Grueso en tres minutos por 7 doblones, que no es en fundo mucho màs que cuatro.


Dos veces, però, me ha ocurrido una cosa. He encontrado el Nochetiempo parado a Batones, con el autista que dormìa en el bus vacìo y en la obscuridad. Lo he despertado, y el pobre autista, muy feliz de que qualquién lo cagara un poquito, me ha portado a casa sin hacerme pagar nada y bastante volloso de hacer dos quiàquieras conmigo. Un pequeño acto de sabotaje, o de solidaridad, llàmenlo como quieren; cosas del tiempo de la privatizaciòn salvaje liberista y de la época del Cázaro de Riñano. Y le he preguntado al autista como funciona verdaderamente con el Nochetiempo, visto que tenìa una gran curiosidad. Eso me ha respondido:

'Señor, usted tiene que saber que el Nochetiempo, en realidad, no existe. Las llamadas son tomadas solo por un operador, uno, que hace lo que quiere y trabaja 45 minutos circa a las 6 o 6,30 de la tarde, y pues cierra todo y bip-bip. Ocorre registrarse para toda la semana, y el operador muy espeso registra y prenota a los que él quiere, amigos, conoscentes etcétera. Es inùtil llamar al Nochetiempo después de las siete de la tarde, porquè no hay ningùn que responde; y asì nosotros hacemos tres corsas, viajamos vacìos, tomamos el cafè a la ERG de la Avenida de Etruria que està abierta toda la noche, hacemos una peniquella y a las dos y media ce ne tornamos a casiña nuestra. Y la acienda resparmia haciendo creer que existe un servicio nocturno a llamada al cual no se puede llamar si no se conosce el intrigo.'

Esgranando un poco los ojos, que tanto no se veìa porque estava muy buyo, he tirado fuera el portafuellos para pagar el billete, que el autista ha refiutado con un guiño satànico que ce estaba muy bien pues que la plaza de Batones està al lado de la calle del Palacio de los Diablos. ¿Y còmo definirìan todo eso? En el mejor de los casos una enculada clamorosa que poquìsimos conocen; el el peor, una trufa legalizada a los daños de pùblicos utientes, a los cuales se propone un servicio imaginario o reservados a pocos amigos de los amigos. El pacto de enculaciòn.”

Asì se termina el diario de nuestro caballero don Venturas y Esventuras. Lo vemos ahora en el calor del verano con su trista figura y zu zàino dicho “Sancho”, o en la obscuridad de la noche mientras marcha direcciòn al Argin Grueso. O lastimar junto con otros y otras, gritando “Ma quand'arrìa el Nueve, diahaneee...?!?!?”, y fumar cigarros porque cree en la antigua leyenda de que quando te enciendes un cigarro, siempre arriba el bus. Antiguas historias de la época de la privatizaciòn salvaje; però estamos seguros que, pasados cuatro siglos, todo se arreglarà y que nos espera un futuro muy luminoso.